Holocausto

Si la felicidad de los mortales es precaria, imagínense la de los dioses, infinitamente más difícil de alcanzar. Las pocas cosas que hacen felices a los hombres son prácticamente inaccesibles para mí… Pero cuando se logra, en uno y otro caso, no hay nada superior, especialmente para mí.

A lo largo de sus siglos los humanos han imaginado las maneras más diversas de hacer felices a los dioses. Los griegos matan vacas y las queman. Los mayas arrancan corazones y los queman. Los yanquis extraen gases y los queman. ¿Cómo creen que son estos dioses, que pueden alegrarse aspirando el humo negro que mandan al cielo desde el suelo? La felicidad divina es otra cosa.

La felicidad divina no proviene de los hombres, sino de los improbables otros dioses. ¿Se imaginan a dos dioses juntos? ¿Se imaginan a dos omnipresencias juntas, el contacto total? No es solo una superposición... Es una interpenetración absoluta, una coexistencia más allá de los límites del espacio y del tiempo, una existencia única, eterna… Mientras dura.

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